sábado, 15 de enero de 2011

rugidos

Cuatro semanas después llego de nuevo a mi refugio, a mi pequeño espacio cotidiano donde solamente para mí pasa desapercibido el olor característico que inunda a aquel que llega de nuevo, el olor que tienen mis días, el olor de mi morada. Y es que cuatro semanas después llego a casa.
Poso la mochila en el suelo, y observo en silencio a mi alrededor. Todo continúa tal cual se quedó antes de irme, las orquídeas están bien, las cartas del banco encima de la mesa y una pequeña capa de polvo que se posa sobre el salón atestigua únicamente mi ausencia. Todo sigue igual, todo excepto yo.
Traigo frío, frío en el alma y en el cuerpo, que se hace impermeable al ambiente que intenta templar los primeros momentos de llegada.
Cuatro semanas después de un viaje increíble, donde cada minuto del día y de la noche fueron compartidos con mis viajeros, llego de nuevo al ya olvidado silencio roto tan solo por mis pasos, por mis pensamientos, por el maremágnum de sensaciones que se agolpan a ritmo de bombeo en mis oídos.
Comienza el silencio y comienza la ebullición. Comienza el despertar de todo lo vivido, de las emociones contenidas, de las risas compartidas, del amor a raudales que nos empapó hasta cada resquicio.
Aquí están todos ahora, agolpados en mi garganta con urgencia por salir, por volar, por hacerse letras, por convertirse en palabras para intentar narrar nuestro Senegal. Comienza de nuevo el viaje, el de desmenuzar cada aprendizaje, cada sentimiento, el de desentrañar la maraña de amores, de rugidos, de melancolías, de añoranzas, de nuevos e incondicionales habitantes de nuestras almas. Empiezo estirar las imágenes arrugadas que traemos en la mochila entre ropa sucia, que estiramos con mimo, con la ternura que quien sabe que serán fotografías para siempre.

Es ahora, antes de comenzar ese viaje, el momento en el quiero deciros que cada uno de vosotros y vosotras habéis sido la pieza del puzzle imprescindible y perfecta para esta experiencia.
Ahora, que todavía soy silencio, que hasta dentro de un par de horas no dejaré salir a trompicones mil anécdotas y mil historias a familiares y amigos, ahora que las emociones son solo compartidas conmigo misma, quiero daros las gracias por cada gesto, por cada mano, por cada abrazo, por cada reflexión, cada conversación, cada baile y cada beso.

Compartir es vivir, aprendí de los Massaleros, y así comienzan mis rugidos... que cómo no, también serán los vuestros.

3 comentarios:

  1. Gracias a tí por saber plasmar en palabras todo lo vivido y disfrutado. Espero ansiosamente tus post... OS QUIERO MUCHO. Mar
    Sigo saboreando...

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  2. Es una maravilla leer tus palabras. Esas reflexiones sobre el momento de la llegada jamás me atreví a escribirlas y leerte ha sido todo un regalo. Que el espirito massalero siga vivo y se extienda. Gracias, y me quedo con ganas de leer lo de los 7 aparatos para la vagina????? Jaja

    Una massalera

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  3. Ayyyy massalera!!! que sorpresa y honor leer tus palabras!!! tú mejor que nadie sabes, que escribir tan solo es la herramienta para digerir lo vivido, el cauce para intentar poner de nuevo los pies en tu suelo, o decidir echar a correr...
    Vuestro espíritu es la bandera, gracias por compartirlo.
    Bienvenida a kamchatka. El lugar en ninguna parte al que volver siempre. Gracias.

    lo de la vagina... hay días pa to... = )

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