viernes, 17 de septiembre de 2010

analítica






El lunes a las 8 de la mañana, tengo que ir a hacer una analítica. Con las gafas sin montura al borde de la muerte del loro, el médico me miró por encima y me dijo: señorita, hace mucho que no haces un análisis completo.... y es que lo que iba a ser un análisis de pis, debido a un enfriamiento por los bajos fondos, se convierte en una analítica completa.

Estaba pensando en ello, y me estaba acordando de esas noticias que vemos últimamente en los informativos de trasplantes de caras... que me parecen increíbles. Por una parte, no dejo de sorprenderme por lo que la ciencia es capaz de hacer, de descubrir, de inventar para mejorar nuestras vidas y de las mentes tan privilegiadas que tienen algunos, y lo poco aprovechadas que las tenemos otras, para poder llevar a cabo una operación tan impensable, que traspasa la ciencia ficción. Por otro lado, me provoca una sensación extraña ver a los recién operados exhibir su alegría en rueda de prensa. Es como una mezcla de lástima, de admiración, de pudor de uno mismo, de fascinación...Y me da que pensar porque a pesar de sus caras deformadas, hechas de retales de piel de distinto color, hinchadas... se muestran tan felices, que no puedo evitar pensar qué sentirán cuando se miran al espejo. Cierto es que sus caras recién operadas no serán lo mismo cuando la inflamación remita, y cuando esa piel ajena, forme parte de la propia... pero me hace pensar cómo sería sus vidas antes, si con su nuevo rostro, se muestran tan felices, agradecidos, exultantes..... Qué relativo es todo en la vida no??

Pero volvamos a mi pis. Porque si estoy pensando en estas operaciones, o cómo pueden poner un pequeño muelle dentro de una arteria del corazón a través de un tubito que meten por la muñeca... es debido a mi bote de pis.Y es que... en un siglo en el somos (son) capaces de poner cara a quien no la tiene, de colocar un brazo biónico, de sacarle el corazón a un paciente, seguir operándolo en la mesa de al lado, y volver a meterlo al susodicho....¿acaso no podrán inventar un tipo predictor, o algo similar para hacerte un análisis de orina?. Y es que uno nunca sabe qué hacer con su bote! Hay quien lo envuelve en papel albal, quien lo mete en una bolsa de plástico, o quien lo lleva como la joya del titanic, con sumo tiento y cuidado... Es cómico estar en el rellano del centro médico donde banqueros de traje, corbata y cartera de las de ministro de trabajo, esperan con su bote de pis de tapa roja, que es el mismo para la abuela que lo lleva en la bolsa de plástico del mercadona, que a su vez ha metido en la bolsa de plástico de lidl, que a su vez ha guardado en la bolsa de la confitería de más prestigio de Oviedo, que está dividida en tres dobleces, de estar guardada en casa junto con las bolsas "de primera categoría" que lo mismo sirven para ir al médico, que para llevar la cartera e ir al carrefour, que para llevar la labor de ganchillo.... y que suelen ser de color granate, verde botella, azul marino... y asas de cordón.. ¿no? Pues eso, que el bote que lleva la abuela, es el mismo que lleva el punki de tatuajes azul taleguero, el cura de la parroquia, la embarazadísima que da trabajo verla caminar.... Me encanta pensar cuando al final, todos somos iguales ante lo común de la vida, ante las necesidades básicas, ante el dolor, el amor, la felicidad, la fiebre o el hambre...

Pero volvamos a mi pis. Porque digo yo, que ya que nadie dedica tiempo a inventar un nuevo método y debemos de seguir paseando el bote de orina, por lo menos debería ser opaco leches!, que encima es transparente, y ya se sabe el "coloraco" del pis mañanero de las 7 de la mañana hombre, un poco de glamur señores de la sanidad en general... que esto es como lo de las escobillas del baño de color blanco, que a quién se le ocurre por dios.... ¿acaso nunca oisteis hablar a vuestra madre de los colores "sufridos"?

bueno, nada, que ya se sabe, que si una mente está predestinada para poder colocar a alguien una cara nueva.... dejadnos al resto las miserias mundanales, las reflexiones vacías de quien debería de estar trabajando y está pensando en su bote de pis.

lunes, 13 de septiembre de 2010

septiembre

Siempre me gustó mucho esa palabra, septiembre. Quizás me gusta porque hace unos quince años, un verano en león, me leí bajo el avance de la caravana en 4 días, una novela del mismo nombre. Creo recordar que su escritora era Rosamunde Pilcher. No podría decir el nombre de un sólo personaje, ni siquiera ambientar la historia en ningún lugar, pero por el género y su escritora, apostaría un billete de avión a cualquier lugar a que la historia narraba un amor, uno de esos tormentosos que durante mucho tiempo parece imposible, como si las estrellas no quisieran alinearse, y ella se enamora de él cuando es prohibido, y él la ama cuando ella se ha ido con otro, que no es un capullo, no, si lo fuese sería demasiado fácil..es una buena persona que le hace dudar durante mucho tiempo si dejarle o no. Y cuando le deja, su amor verdadero no está, porque sabe dios por qué circunstancias está en Australia, y se cruzan en el tiempo y en el espacio, y mil casualidades fortuitas o inducidas, hacen que nunca lleguen a encontrarse... hasta que quedan 70 páginas para terminar el libro. Entonces, es cuando la mariposa aletea en el momento justo, en la dirección exacta y con la potencia necesaria para conseguir el efecto deseado, y entonces uno de los dos se gira y se encuentran con la misma disposición de querer ser querido y querer querer. Entonces se juran amor eterno y comienzan a recuperar el tiempo perdido...
Siempre es así, en las novelas pasteleras a lo carca, de Danielle Steel o a lo neoyorquino y contemporáneo en Mariam Keyes...pero al final, la historia es la misma.
Septiembre. Dicen que los comienzos del año, es el momento de los buenos propósitos, de los retos, de las promesas, de apuntarse al gimnasio, a inglés, de comprometerse a leer cada día un personaje histórico o mirar el atlas de la habitación durante 5 minutos cada mañana.. Para mí, ese momento comienza en septiembre.
Al principio, lo veo venir por el rabillo del ojo y me hago la sueca, como si mirando para otro lado, evitara su llegada. Todo se desencadena en una semana. En esa semana vas a la playa, como cualquier otro día porque hace sol, pero ya no calienta y a pesar de que quieres aguantar como sea, sientes frío sobre la arena que ya no quema los pies. Y por las mañanas cuando te levantas, un respigo te recorre la nuca y te apetece más que cualquier otra cosa volver de nuevo a ese espacio que te ha robado la calidez del cuerpo...
Esta mañana, no pude seguir mirando a otro lado. Me levanté buscando el pantalón del pijama, la sudadera y me senté a desayunar en el puff. Allí estaban, en el suelo, las dos flores blancas que quedaban en mi orquídea. Porque ya es septiembre.
Septiembre es amable y dulce. Nos contempla y nos trata con mimo, nos reserva días soleados y espléndidos, porque sabe que de primeras poca gente le ama incondicionalmente. Es un luchador, y sabe que poco a poco, con tiento y calidez, será septiembre un bonito tiempo para recordar.
Vuelve la sensación perdida de frío en la punta de la nariz, de ganas de comenzar un curso nuevo, de retomar el cine alguna noche de viernes al mes. Volvemos a las antiguas costumbres, que son tan recientes como el mes de junio pero que ya echamos de menos como si fueran marzo. Y retomamos rutinas y cafés calientes en tazas grandes. Recordamos colores, de tierra, de bosque, de noche temprana que nos deja atardeceres tibios, rojos, olores a tierra húmeda y ese sonido del aire que no llega a ser ventolera, que remueve las hojas que Gabino se empeña en barrer en una lucha inútil con los tiempos de la tierra, ese ruido familiar y nostálgico del pisar sobre alfombras crujientes que nos dejan los castaños... Y volvemos a pasear la bici, a sacar del trastero los patines, la mochila de las excursiones, los calcetines de trekking.
Es tiempo de comenzar, de dejar que el rayo de sol templado nos acaricie la cara, de quitar las gafas de sol para absorber la luz que podamos y que será avituallamiento en tiempos flojos y bajamos la ropa del trastero mientras tu madre comienza con el temido cambio de temporada. Y hacemos limpieza de armario dispuestos a tirar un montón de ropa que hace años que no utilizamos, pensando a la media hora que quién nos mandaría hacerlo... y al final, todo lo que ibas a tirar se reduce a un par de camisetas y unos vaqueros, y tu armario vuelve a estar lleno de ropa que hace años que no te pones.
Es septiembre cuando el moreno se escapa por el desagüe, cuando el pelo rubio se vuelve más castaño, cuando la piel se aguarda, se intimida, se recoge.. es el tiempo de uniformes, de horarios, de niñas en náuticos y faldas tableadas, de trivial y té, de reuniones en casa, de rutinas de limpieza los sábados por la mañana, de pizzas los viernes, de teatro amateur...
Septiembre, siempre me gustó esa palabra.

jueves, 2 de septiembre de 2010

cerrado por derribo

¿Cuántas veces alguien puede romperte lo que ya te ha roto? ¿cuánto dolor llena el cupo del dolor?
Cuando sentimos romper algo en esa fibra sencilla y frágil que nos conforma, siempre pensé que se quedaba roto un tiempo, pero que quizás volviendo a tejer con mimo cada hilo que la compone, vuelva a su estado original. A lo mejor, es una idea mental, un dibujo, un sueño, y en realidad cuando se rompe algo que se esconde en los adentros, ese algo es físico como el cristal. Y se fragmenta en trozos, que a su vez pueden volver a fragmentarse en otros pedazos más pequeños, y estos a su vez, en cristales diminutos... ¿pero cuántas veces se puede romper lo que ya está roto?

No se gastan lágrimas por mucho que uno llora, de la misma manera que la risa es infinita.

Ya no vuelvas, ya no me rompas más, ya está cerrado.. por derribo.