Tras dos años de inactividad deportiva, esta mañana me puse una falda "globo" que de repente mutó en una falda de tubo... y es que ya se sabe, todo lo que sabe bien.... dos minutos en la boca, veinte años en el culo.
Así que me agarré los machos, y hoy me propuse empezar de nuevo al gimnasio. Cuando vivía en mi pequeña galia, iba a un gimnasio, es decir, iba a EL gimnasio municipal. En realidad era una piscina climatizada con una pequeña sala de máquinas, bicis y mancuernas. La clientela, al menos a la hora a la que yo iba, era de lo más selecta: a saber, cinco horteras musculados con circonitas en las orejas (el daño que hizo Beckam todavía está en estudio y es pronto para valorarlo, pero fue mucho) con una camiseta de esas que los tirantes llegan al ombligo dejando al aire los pezones empitonados enterrados entre anabolizantes. Una piensa que semejante imagen llevará sesiones y sesiones de psicoanálisis para sacársela del subcosciente, pero oye, a todo se acostumbra una. En mayo, todo era más divertido, y es que de repente, mujeres estupendas y "rellenitas" corrían encima de la cinta pensando en la playa y que no habrá un mañana, y varias veces tuvimos que recoger pulmones y otra clase de vísceras por el suelo.
Ni decir tiene que allí la única actividad programada que había era la lectura del Pronto, el Interviú y el Muy Interesante sobre las bicis. Era lo más parecido al bibliospining.
Ahora, como vivo en la "gran ciudad", busqué un gimnasio cerca de casa, busqué los playeros, las mallas y ala, a ejercitar las carnes.
Jesús! qué gimnasio! sala para tonificación, para spinning, para full contact, para fitness, para musculación, elípticas, step, máquinas para gemelos, para hombros, para párpados superiores, para dedos meñiques... y hombres!! morenos, rubios, jóvenes, mayores, altos, bajos, musculados, definidos, estupendos... y ahí estaba yo, como Lina Morgan por Madrí, decidiendo entre tanta oferta en que clase me metía cuando lo ví... ¿os acordais de Locomía? pues lo mismo sin abanicos. 1,90 o más, qué sé yo!, con la parte de arriba de un kimono de kárate ligeramente abierto a lo peito lobo y por abajo una especie de falda pantalón negro. Y claro, yo pregunté que qué actividad era esa. Aikido, me dijeron, es el profesor de aikido, que deduje yo que era como un arte marcial pacifista entre baile y te pego dos ostias....
Al final, me metí en la clase de aerobic, por aquello de empezar por algún lao más conocido, y lo cierto es que fue estupenda, eso sí, rodeada de mujeres. Esta vez el pulmón que recogieron era el mío. Nunca pensé que una cara pudiese ponerse tan roja. Mañana me van a doler hasta las uñas, pero ya encontre una nueva motivación, o varias. A partir de mañana seré guerrera de aikido.
Os mantendré informados, a ver si me bailan.... o me pegan dos ostias...